Ensayo sobre la ceguera, José Saramago. 1995. Novela dramática.
Cuando uno se pone frente a uno de los títulos que más le han conmovido o marcado, se convierte en una opción tentadora volverse plomizo y divagar hasta gastar los caracteres finitos o no que la entrada de un blog permita. Pero como he prometido escribir posts ligeros y al alcance de cualquiera, evitaré caer en la trampa. Sin disimular que esta obra es, por supuesto, una de mis preferidas.
José Saramago tenía un talento natural, esa clase de agudeza con que son dotadas unas cuantas personas en cada siglo y según en qué campo de batalla. El premio Nobel de Literatura es un reconocimiento que, por suerte, no ha sido todavía malogrado y puede servir como baremo para medir si estamos ante un escritor mediocre o no. Saramago lo ganó en 1998, lo cual nos evita dudar de la clase que tendría o no este artesano de la literatura. Pero lo que no hace dicho galardón es distinguir si hablamos de un gran escritor o de un escritor único. Bienvenidos al maravilloso ejemplo de uno de los segundos casos.