La insoportable (y engañosa) levedad de los currículums

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Se habla de la revuelta hipster, de lo mainstream, hasta del ultramoderno hombre lumpersexual. Pero poca referencia se hace a lo que pasa con los currículums, a pesar de que forman parte de nuestro día a día. ¿Es que nadie se da cuenta de la moda que han establecido los currículum vitae? Tan solo nos paramos a pensar en ello cuando, entre amigos, tratamos de ponernos un poco al día: "Pues yo esta semana dejé el currículum en Zara, en Mc'Donalds y en el Ministerio de Interior... pero nada, todavía no me han llamado" o "Vengo de imprimir veinticuatro mil novencientos treinta y cinco (guárdate la rima, cansino) copias, a ver si los voy dejando en algún lado". Eso es poder, damas y caballeros. Eso es crear tendencia.


Porque la tendencia de los CV ha alcanzado a hipsters, a seguidores de culturas populares e incluso a los lumpersexuales. Es la moda por excelencia: imprimir y repartir currículums. De hecho, su poder es tan extraordinario que apenas nos damos cuenta de haber caído en sus garras. Simplemente, lo aceptamos como un hecho más de nuestra cotidianidad. Tan integrado como el café por las mañanas, el primer bostezo a las doce en punto de la noche o el ir los miércoles al cine (ah, solo a los que hacen descuento ese día). Pero ahí está el todopoderoso CV, ganándose sin rival varios minutos en el día a día de millones de personas. Y, además, tratando de acapararlo todo. Grandes empresas, franquicias, pequeños negocios, becas... Su ambición no tiene límites, es "la moda sin piedad".

Hay otra cosa que ocurre en referencia a esta tendencia. Tenemos muy, muy interiorizado el mecanismo de "1. Crear CV 2. Mentir en él 3. Imprimir 4. Entregar donde sea". Rápido, sencillo y casi indoloro (al bolsillo, si uno se para a pensarlo, algo sí le duele; teniendo en cuenta que si uno se pone a imprimir fajos de este tipo es porque al bolsillo no llega un flujo corriente de dinero). Pero... ¿Qué pasa cuando hacemos entrega de cada una de esas copias? Una vez cambia de manos, desconocemos qué le depara el destino. Nos gusta soñar con que va a parar a la mesa del despacho del jefe, quien lo coge con sus manos pulcras y aseadas (es que decir limpias tenía tela...) y lo estudia con total interés y fascinación. Pero hay que dejar de soñar, que si algún día nos llaman para trabajar en algún sitio (no se entienda "trabajo" por currar el doble de horas de lo pagado o ejercer como actor en esa corriente de esclavitud tan del siglo XXI denominada becario), no podemos estar dormidos. 


Una posibilidad que se ajusta más a la realidad es que cada uno de los CV que se entregan o envían a una empresa, sirven para alimentar de algún modo a la misma. Por ejemplo, todas las copias que van a parar a Burguer King o Mc'Donalds se convierten en una recia fuente de alimentación (en este caso, literal). No os gusta la idea, ¿no? Bueno, pues nada, yo lo decía por intentar pensar en un futuro mejor para los perros abandonados y las ratas. Pero, ¿y los currículums que uno deja en una agencia de publicidad, en una librería, en un centro comercial? Algo tiene que pasar con ellos. Cada uno puede pensar lo que quiera, pero sería interesante pensar al menos. Puede que los miembros del órgano superior del negocio ejerciten sus habilidades en el arte del origami (papiroflexia para quienes no pecan de ser hipster, mainstream o lumpersexuales) y al final de la jornada obsequian a sus hijos pequeños con preciosas figuras con las que, gracias a nosotros, pueden jugar alegremente. O tal vez los reciclen en un acto de amor y devoción hacia nuestra madre la Naturaleza; quizás esta posibilidad se ajuste más a la realidad. Pero, yo al menos, me sigo resistiendo a creer que todo es tan simple. No. Los CV han alcanzado un status sin precedentes en nuestras vidas, y por tanto tiene que haber alguna razón encubierta a la que no tenemos acceso. Seguramente existan varias mafias de los currículums. Grupos de capos italianos en torno a una mesa con tablero apostando a ver quién saca el currículum más completo, o ansiosos por ganar la partida con la escalera de ingenieros con tres Másters. Detrás de esta moda imperante, sin rivales, hay alguna verdad que no nos ha sido revelada. Y el día en que eso pase, nuestras vidas darán un vuelco. Y ahora os tengo que dejar, que acaba de abrir el Juguetto's de mi calle y solo he dejado tres copias en ese establecimiento. Tal vez a la cuarta, por tocar las pelotas, vaya la vencida; tal vez no. Lo que son las modas.


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